Viernes 8 de febrero de 2013: Valladolid, Madrid, Casablanca, Marrakech.

A veces me pregunto por qué no se suele hablar de los trayectos que se realizan hasta llegar al destino. Al "viaje" en sí.

Con lo entretenidos que pueden ser... como todo lo que me pasó hasta llegar a Marrakech.

Empieza normal, bajando del tren en Chamartín y escuchando por megafonía: "Aeropuerto T4, vía 2". 

El siguiente tren sale dentro de media hora…. ¿Y si me da tiempo a coger este? ¿Y si corro? ¿Si demuestro que esto de ir al gimnasio tiene su beneficio? Pues sí lo tuvo sí. Corriendo, mochila a la espalda, maleta en la mano. Escaleras tradicionales incluidas. Escalo al cercanías (que anda que no están altos) y nada más entrar, se cierran las puertas. Peeerfecto. 11 minutos hasta la T4, una maravilla. Una vez allí….. pues claro. He llegado más pronto de lo pensado.

Mato el tiempo en una cafetería.

Y a partir de aquí, comienzan las aventuras.


La aventura de facturación


Llego a los mostradores y solo hay uno abierto. En dicho mostrador, un hombre, que acaba de apartar a una pareja para que reorganizaran el peso de las maletas, está atendiendo a dos hombres que tienen algún tipo de problema raro. Dos hombres en la cola. Y yo. 

Unos 10 minutos después sin que avanzara la cola, llega una señorita con cara de sueño que abre el mostrador de bussiness. Le dice al primer hombre que pase por ahí. El hombre se acerca. El que queda en la cola me mira y huye a la cola de bussiness. Evalúo mis posibilidades, y decido cambiarme también. Justo en ese cambio se me cuela un hombre, con el que decido no discutir.

La pareja reorganizadora de maletas finaliza su aventura. El hombre que les atendía parecía conocer los tejemanejes de la profesión, las leyes, los códigos, todo. Su compañera (la dormida) no. A la pobre además se le estropeó la impresora así que tuvo que pedir a este hábil compañero que le imprimiera las pegatinas de las maletas.

Empecé a cruzar los dedos para que no me tocara dicha mujer. 

Obviamente, me tocó.

En lo que esperaba, llega un hombre con pinta de arreglatodo, en este caso a arreglar la impresora. “Esto es cosa de los cables”. Mete la mano detrás de la impresora, aprieta un cable. “Prueba ahora”. Y funciona. Maaaaaaagia…..

Me planteé cambiar de mostrador, pero la mujer tenía mi pasaporte requisado.

Empecé a preguntar: “y las maletas….. van directas a Marrakech, no? Vamos, q en Casablanca no cojo nada… no?”.

Al principio dudó, pero cuando le salió una pegatina con el nombre de Marrakech para mi maleta, ya estuvo segura. Y me lo enseñó y todo.

Pone las pegatinas, se marcha mi maleta, me da los billetes (Madrid-Casablanca, Casablanca-Marrakech). Me voy y….. oh, wait. 

¡Mi segundo apellido está incorrecto! Vuelvo corriendo y me lanzo sobre el mostrador de esta mujer, no iba a esperar colas. 

La mujer se da cuenta de su fallo e intenta enmendarlo. “Pues gracias a dios que te has dado cuenta….”.

Por si acaso pregunto: ¿Y mi maleta, seguirá llegando a Marrakech y podré demostrar que me pertenece?

“Pues, no se. Voy a llamar para preguntar”.

Menuda manera de tranquilizar.

Finalmente me confirma que las maletas van a Marrakech asociadas tanto a un nombre que no es mio como a un código numérico que sí está asociado con mi nombre. Me asegura que las pegatinas indican que las maletas acabarán en Marrakech. Las pegatinas.

La del control de seguridad


Decido beber el poco agua que me queda y pasar el control de seguridad. Siguiendo el patrón de la mañana, no paso a la primera. Pito como si llevara un armamento bajo el jersey... Me cachean. Obviamente no llevo nada.

Doy un paseo por las tiendas de la T4, y cojo el monorrail sin conductor que me lleva a la terminal satélite. Camino hasta mi puerta de embarque y me siento.


Cuídeme esta maleta, por favor


Disfruto de la tranquilidad de no tener más preocupaciones... hasta que se me sienta una mujer de unos 30-35 al lado. Negrita, con el pelo corto a lo afro. Muy guapa y estilosa. Con su bolso y dos bolsas del duty free. 

A los 3 minutos se gira y me pregunta en perfecto inglés: "¿puedes cuidar de las bolsas? Es que voy al baño."

Se las cuido. Digo que sí antes de pensar que quizás puede llevar droga, o una bomba, o qué se yo... y no es mi día de tentar a la suerte.

Un buen rato después (10 o 15 minutos), la mujer vuelve hablando por teléfono. Me da las gracias y sigue hablando por teléfono. En francés. Perfecto francés.

La mujer cuelga tras un buen rato. A los 5 minutos la llaman. Se pone a hablar. Pero…. Esto no es inglés. Esto no es francés. Será árabe? Pues parece portugués. Caray con la políglota.


El mundo es un pañuelo


Subimos por fin al avión. Me toca pasillo, fila 25. Un avión tamaño estándar. Un pasillo estrecho enmoquetado muy guarro. Algo viejo por dentro. Lo importante es que vuele.

Tengo al lado a una mujer con la que cruzo cuatro palabras. Luego intento domir.

Nos pasan la comida, un par de sándwiches desaboríos. Uno de ellos con ¿mostaza? y otro con queso. Menos es nada. Y me pongo a charlar con la mujer. 
Ambas vamos a Marrakech. Me cuenta que ella estuvo hace 20 años, que ahora habrá cambiado etc etc. “Al menos hace calor allí” me dice. “Sí, unos 23 grados estoy viendo yo, a mediodía”. “Más que de sobra! Es que nosotros que somos del norte, hace un frio…." "Anda, ¿si? ¿De dónde eres?"

Pues somos de la misma ciudad. Ya es casualidad.

Hemos hablado de todo: política, recortes... no viene mal desahogarse de vez en cuando. Forman parte de un grupo de 30 personas, todos somos de la misma ciudad. Casi medio aeropuerto. Estoy segura de que si seguimos hablando, encontramos parientes en común.

La escala


Llegamos por fin a Casablanca, después de rellenar el papel de inmigración. Autobús hasta la terminal y caminar un poco hasta una sala de techos muy altos donde hay 7 puertas de embarque. Es muy pequeñito este aeropuerto, pero suficiente. Justo al llegar estaban embarcando por la puerta 12 para Marrakech. Pero no, no era nuestro vuelo, sino el que sale a las 20 (el mío sale a las 21:20 o asi).

En la sala de espera hay una torre con enchufes, donde estamos arremolinados muchos turistas, como conectados a matris.

Durante mi espera me planteo si llegará mi maleta. Si tendré al conductor del riad esperándome en la puerta. Dónde me dejará, y cómo llegaré al riad. O cuánta propina daré al carretillero.

El abandono en Marrakech

Por fin aterrizamos. Nada más bajar del avión, un hombre me pregunta por señas si tengo sellado el pasaporte. Tras mi negativa me manda a inmigración, donde me miran y remiran y sellan. Y a por las maletas, momento en el que aprovecho para cambiar un poco de  dinero, lo cual no era necesario porque tenía el transfer contratado con el riad (el hotelito), pero bueno. Por si acaso.

Recojo la maleta y salgo toda contenta esperando encontrar un cartel con mi nombre. Las diez y cuarto de la noche. Dos carteles y ninguno el mio. Me apoyo en la barandilla a esperar.

Vienen otros 3 o 4 carteles más. Se me acercan un par de marroquís a ver si necesito algo, a charlar. Les espanto como moscas y me voy cambiando de sitio. Me siento a esperar. Diez y media. Mando un mensaje a mi compañera de viaje, que ya estaba en el riad, informando de que no han venido a buscarme aún.

Me contesta desde el riad que espere, que están yendo.

Espero.

22:45, en todo el hall de llegadas sólo quedamos 5 marroquís (hombres todos) sentados en unas sillas, dos policías, el del puesto de información, y yo. Soy la única mujer en el aeropuerto, estoy segura.

Mensajeo a mi contacto en el riad. Que aquí no hay nadie. Me dice que bajará a preguntar.

En lo que espero se me acerca otro marroquí que viene en el avión desde Madrid. Que si necesito algo, que él va a la plaza de Djema. Le digo que no gracias, que estoy esperando.

Me llega un mensaje. Que está entrando por la puerta el taxista.

Miro a la puerta y no veo nada. Me levanto y me planto en medio del hall, obviamente ya no paso desapercibida, los 4 gatos que quedan tienen más que claro que me han dejado tirada en el aeropuerto. Un aeropuerto desierto. Y de noche.

Sigo mandando mensajes. Me dicen que están hablando con él por teléfono, que está ahí con un cartel. Y yo, que no. Que no que no. Que no hay nadie, leches. Que espero 5 minutos y salgo a ver si encuentro un taxi o algo. Sea el sablazo que sea. Pero quiero salir de allí. Son más de las 23 y estoy cansada, cabreada y algo nerviosa.

Hago un par de fotos al hall del aeropuerto. Que se vea que no hay nadie.



Al final ya me largo a por un taxi. Hago un pequeño intento de regatear, pero obviamente solo hay dos taxis y es de noche. Nada de regateo. Me da igual. A mi que me lleven. ¿A dónde?. 

Yo que sé, a la plaza. Al edificio de correos. ¿Puede ser? “La poste la poste”. Ya me veo sola en medio de la plaza, a las once y media de la noche, con maleta y mochila, el mapa en la mano…. Me dejan en el hotel Alí. 

Me vienen a recoger del riad a la plaza. Mejor, sólo hay hombres por la calle, que me dan esa sensación (equivocada, seguro) de venir de fiesta como si fueran las 4 de la mañana.

La culpa ha sido del taxista, al cual contrataron desde el hotel. Mentía diciendo que estaba en el hall, y cuando le dijeron que me pusiera al teléfono, le cazaron.

En fin.

Me guían hasta el riad, sola no habría llegado nunca, o al menos de noche. Está en un callejón sin salida de un callejón muy estrecho, con pinta de que cuando abran las tiendas de los laterales no va a quedar casi hueco para caminar.

Nada más que decir.

Comenzando el viaje a tope.