Domingo 10 de febrero de 2013: Marrakech

Jardin del palacio de bahia marrakech
Jardín del Palacio de Bahía
El plan hoy es bajar hacia el sur, a la mellah, el barrio judío. La primera parada es el Palacio de la Bahía (un palacio construido a finales del s.XIX por el gran visir Ba Ahmed Ben Mousa para sus 4 esposas, 24 concubinas y sus hijos). Muy bonito, un patio con muchas plantas, salas enormes y preciosas.


       


Salimos camino a la sinagoga. Vamos hacia la izquierda y callejeamos. Ui, mala pinta. Desandamos el camino y vamos para la derecha. Tiene que ser por uno de estos callejones… ¿y si nos metemos por esta calleja? 

Justo entran dos guiris con un guía. Ajá. Sigámosles, que esto irá a algún sitio. Les seguimos, nos persigue un chiquillo que quiere hacer de guía. Y de repente, en una puerta que aparece de la nada, entran. Dos marroquís a la puerta: “entrad aquí entrad aquí!”. Pasamos de entrar, seguro que nos engañan...


Una hora después, leyendo la guía, nos dimos cuenta de que era la sinagoga.


Seguimos camino al Palacio el Badi. De alguna manera inexplicable hemos empezado a callejear y hemos acabado en pleno barrio judío, entre mercados y zocos muy antiguos y “auténticos”. Conseguimos salir al mismo punto de partida. Atravesamos por la Plaza Qzadria, que es donde están los talleres de hojalata para hacer farolillos. Echo un ojo rápido porque luego compraría uno.


Llegamos rápidamente al Palacio el Badi. Es muy grande, pero de palacio… no tiene nada. Solo le quedan las murallas, muy reconstruidas, y ya. 

Damos un paseo (al sol, calor abrasador), saltamos un poco entre las cuatro piedras que quedan y nos metemos por los sótanos. Y nos vamos.



Estamos de buen humor hoy, asi que vamos a intentar callejear y llegar a las Tumbas Saadíes de esta manera.

Hay por las calles, en las paredes a unos 3 metros de altura, unos cartelitos pequeños que indican los lugares así más turísticos. En plan “Plaza djema, todo recto”. 

Ayer seguimos uno de esos carteles y acabamos en el extremo opuesto de la ciudad… pero hoy es un dia nuevo. Vemos “Bab Agnou” (una puerta de entrada en la muralla) y lo seguimos, porque estaba al lado de las tumbas.

Y contra todo pronóstico, ¡¡llegamos a las Tumbas Saadíes!!

Estos carteles sí que estaban bien puestos.



Las vemos, son bonitas. Datan del siglo XVI y albergan a 60 miembros de la dinastía Saadí (y de ahí viene el nombre)

Todo eso son tumbas
Desandamos nuestros pasos y nos jugamos el tipo para hacer una foto de la puerta Bab Agnou (del s.XII, donde colgaban las cabezas de los condenados a muerte).
Volvemos a la Plaza des Ferblantiers para regatear una lámpara que al final se convirtieron en 3, que no sé si podré llevar en cabina en el avión...


Puerta Bab Agnou
Tras una siestecilla salimos en dirección al hotel La Mamounia. Muy famoso y lujoso, se puede visitar un poco, al igual que los jardines. Claro que, cuando llegamos (después de una señora caminata), nos dicen que el horario es de lunes a viernes de 11 a 16. Vamos, que hoy no. Intentamos coger un taxi para ir a La Menara, pero nos piden más de lo que estamos dispuestas a pagar. Ni con regateo. Decidimos ir andando, y “ya encontraremos un taxi si eso”.

La Menara es una especie de parque con olivos, y en el centro hay un estanque muy grande con un pabellón pequeñito en un extremo. A unos 4 km de La Mamounia.

Nos salió mal la jugada y no encontramos taxi.

Cuanto más nos acercábamos a La Menara, más animado estaba el camino. Como es domingo, parece ser que las familias van a pasar el día allí igual que hace años se iba al pinar. Había corrillos con músicos, gente bailando... Mucha mucha gente.

Llegamos ya y hacemos unas cuantas fotos. Y salimos, entre toda la multitud (iban a cerrar y aquello era como la salida de un concierto). Nos ponemos a caminar, con la esperanza de que un taxi parara a ver si queríamos algo.


La Menara y su estanque
Yo iba mirando de vez en cuando hacia atrás, y justo venía un taxista y paró. Por 35dh nos llevaba hasta la plaza. Perfecto.

Al final dijimos que nos parara en la entrada de la “calle Santiago”, porque queríamos localizar una tienda para mañana. Una vez en la plaza, decidimos ir a comprar henna y unas pastas de té a una tienda que llevábamos apuntada. Dicha compra ha acabado convirtiéndose en un intercambio de lecciones de árabe y español. De lo más enriquecedor.