Sábado, 6 de Julio de 2013 : Bagan

A las 4 de la mañana estábamos haciendo el checkout del hotel con nuestro nuevo amigo taxista esperando. En 40 min llegamos al aeropuerto. Y vemos otros 4 coches esperando en la puerta. Porque, el aeropuerto estaba cerrado. Cerrado! Abrió a eso de las 4:30, el check in a las 5, el vuelo salía a las 6:10.

Al llegar tan pronto, vimos cómo se iba despertando el aeropuerto: encendiendo las luces, el aire acondicionado, pasaban con carros del aeropuerto llenos de materiales sin identificar de un lado a otro, llegaban las azafatas, trabajadores… montando el tenderete. 


Pasamos el “control de seguridad” con dos botellas llenas de agua y otra botella con dos rosas, y nadie dijo nada. Si es que no se pueden fabricar bombas con agua, que ya lo digo yo desde hace años… y cuando entramos, el mostrador de facturación de la compañía (Yangón Airways) parecía hecho con un par de palos y una tabla. Dabas el billete, te hacían una tarjeta de embarque escrita y sellada a mano, ponían una cartulina en tu maleta con el destino del avión, y te daban a ti otra copia de la cartulina.


Y a esperar sentados hasta el embarque.

Son curiosos estos vuelos. Nosotros volábamos de Yangón a Bagan, pero el destino final del avión era Heho. Es decir, que este vuelo es como un autobús pero con dos paradas intermedias: Bagan y Mandalay. Dentro de 5 días de hecho volamos Bagan-Heho vía Mandalay… asi que tendremos una parada de 10 minutos en el aeropuerto de Mandalay.


A las seis menos 5, coge un cartel un hombrecillo (que son superbajitos todos), y empieza a vocear que el vuelo número tal está preparado para embarcar. Asi que nos levantamos los que estábamos, pasamos, nos montan en un autobús, y nos llevan a un miniavión de hélices.

Nos dieron incluso de desayunar, un bollito de café y otro con algo raro dentro. Y un sándwich con mermelada verde fosforita.

Al llegar al aeropuerto, nos bajamos los de esa parada y nos llevan en un autocar a la terminal. 30 segundos de trayecto. Entramos en una sala con un cartel “wait here for lugagge”. Esperamos. Traen las maletas a pulso unos chavales, una en cada mano. Tienes que decir “mía mía!!” y enseñar el comprobante que graparon al billete para que te la den. Y nada más salir, una mesa con dos policías y 4 personas cobrando la tasa para entrar en Bagan, 15$ a las arcas del estado.

Estaba esperándonos Wanna, nuestro guía-chófer en esta zona. Es algo tímido hasta que se suelta… y cecea un poco. Así que oírle hablar inglés birmano sin pronunciar las eses es todo un espectáculo. Pero muy majo. Mañana nos vamos de excursión con él, y el día 9 otra vez.

El hotel en el que estamos (Sky Palace Hotel) está bien para lo que cuesta (50$ la noche). Pedimos un cambio de habitación a una de la planta de arriba, porque la que nos dieron estaba al lado de recepción y no molaba nada. En esta hemos matado 3 mosquitos, una polilla y estamos creando amistades con un par de geckos pequeñitos. 

Después de establecernos (las 9 y media de la mañana, lo que dan de sí los días cuando se madruga…) nos fuimos a dar un paseo a ver las 2 cosas que tenía marcadas en el plano de New Bagan (donde nos alojamos). 

Cuando se viene a Bagan, hay que elegir la zona donde alojarse: Nyaung U, una pueblo nuevo con algunos restaurantes y hoteles y alejado de la zona de templos; Old Bagan, donde están la mayoría de templos monos y bonitos (a 4km de Nyaung U) o New Bagan (a 3 km de Old Bagan), donde hay varios restaurantes y muchos hoteles, y está muy cerca de la zona de templos. Elegimos esta última. Es un entramado de caminos perpendiculares, con un par de carreteras asfaltadas (con más baches que las no asfaltadas), y con muchos hoteles y restaurantes, alguna tienda que se cae a cachos, y chozas de los aldeanos, que viven felices y contentos aquí.

La calle de nuestro hotel
 Y yo que pensaba que habría cosas para hacer y ver!

Fuimos a ver la pagoda de las 8 caras, que, como era previsible, es octogonal. Luego seguimos caminando hacia el “morning market”, a ver qué era. Y era un mercado, obviamente, el mercado del pueblo. Los únicos turistas que estábamos allí éramos nosotros. Ha estado bien.


Luego hemos vuelto al hotel, para usar el matamosquitos que acabábamos de comprar (“mosquitoes, fuuuu, dead, do you have?”) junto con agua y cerveza.

Y como eran las 11:30 aún, vi que en el mapa marcaba una tienda de lacados (Bagan House, recomendable), y fuimos “a ver solo , nada de comprar. Solo ver”. 

Que engañabobos… entramos y nos atendió una chica, que nos estuvo explicando cómo se trabajaba el bambú para dar forma a pulseras (y nos regaló una), cuencos, etc… se la entiende fatal. “wit si peiper blablablá”. “si peiper?”. “yes yes!”. Ni la más remota idea de qué dice. Le pregunto, porque ya me faltaba demasiada información para seguir la explicación, y me saca un papel de lija. SAND paper. 

Me estuvo explicando luego el proceso de lacados: que si primero le dan una capa de algo con pinta de alquitrán pero que no será alquitrán, que luego lo lijan, que luego le dan unos polvos negros y lo dejan una semana a secar en un sótano, que luego lo relijan, que luego lo pintan, secan, pintan, tallan, lavan, blablablabla. Después nos pasó al taller donde hacen todo eso, y luego, a la tienda. Por supuesto que compramos. No mucho, eso sí. 

tienda de lacas bagan

Después de comer en el hotel (pollo a la miel, me encanta), bajamos a dar un paseo hasta un restaurante que hay en la orilla del rio (el Green Elephant), para tomar algo. Salimos a las 16:30, y en recepción compramos un mapa por 1000 kyats. Algo me contó el hombre de lo que había para ver, pero lo de siempre. Ni él sabía ni yo le entendía. 

Total, que mapa en mano, fuimos hacia el bar. Y nada más caminar 5 minutos, anda!! Una estupa de ladrillo! Vamos a acercarnos, vamos vamos! Y nos acercamos y anda! Otras 3 estupas detrás! 


Salimos de nuevo a la carretera general (se camina por el arcén, que parece hecho de arena del pinar), y torcemos a la derecha. Anda, una pagoda más grande! Vamos a verla… anda! Si tiene dentro un buda! Y un pasillo! Y murciélagos y telarañas! (totalmente cierto, menudo susto pegamos a los bichos con el flash). 

  

Mola mola. Y caminamos un poco más y, anda!! Otras dos medio derruidas!! Y caminamos algo más y anda! La orilla del rio! Qué bonito! 


Y un poco más y ala! Que ahí arriba hay una estupa grande dorada! Vamos a subir pero meeeeck, hay que descalzarse totalmente (ni calcetines ni nada). Yo estoy emocionada y subo. Llego arriba y hago coros a la mujer que estaba rezando: mientras ella reza en voz alta, yo voy rodeando por detrás la estupa diciendo “ayayayayayayayayay”. ¡El suelo abrasa! Incluso en la sombra! (la sombra reciente, claro está). No quiero ni imaginar mañana por la mañana…


De regreso al hotel nos cruzamos con una hilera de unos 60 monjes de vuelta al templo con su cuenco lleno ofrendas y un paipai. Ordenados de mayores a más pequeños.


Va mejorando mucho el viaje. Mañana día de templos