El post anterior terminó dentro de un tren camino a Tokyo.

Hyperdia nos había aconsejado coger un tren (el Hida 7 esta vez) de Takayama a Toyama y allí cambiar al Shinkansen hasta Omiya-Saitama, donde debíamos coger el JR Saikyo Line hasta Ikebukuro (4 horas y 20 minutos en total).


En Toyama teníamos 15 minutos para hacer el transbordo. Para mi gusto algo justo; tuve que preguntar un par de veces porque, aunque el sistema de transportes de Japón sea muy puntual y eficiente, podría mejorar mucho en los accesos en las estaciones: imposible encontrar una escalera mecánica, y los ascensores lentos y mal indicados.

Shinkansen a Omiya

El shinkansen en el que subimos iba llenísimo de gente y por dentro parece más un avión que un tren: filas de 3 y 2 asientos, muy amplio, vagones larguísimos y un aseo salido de una película de ciencia ficción.

Cuando llegamos a Omiya volvió a ocurrir lo mismo: ni idea de dónde coger el tren a Ikebukuro, porque lo que indicaban los paneles no era lo que yo llevaba escrito… pero bueno. El inglés no es el fuerte de los japoneses, pero pensé que con un “sumimasen”+nombre de estación+una sonrisa, seguro que conseguiría algo. Y efectivamente. El hombre al que pregunté (un trabajador con gorra de la estación) comprobó en una libreta el tren que iba a Ikebukuro y me indicó el andén. Que salía en dos minutos, que “tenía tiempo de sobra”.

Su concepto de “tiempo de sobra” no es el mismo que el mío, así que nos dimos una pequeña carrera, maleta a pulso (entre dos) en las escaleras, y entramos en el tren, en el que, nada más cerrarse las puertas y con el susto por no haber comprobado ni la dirección del tren, le pregunté a una mujer si iba para Ikebukuro, a lo que me contestó (con cara de no estar muy convencida) que sí.

Llegamos a Tokyo y, si aquel día en el metro de Kyoto aluciné mucho con la cantidad de gente que había, imaginaros en Tokyo.

Paseo por ikebukuro

Varias cosas llamaron mi atención en lo que buscaba la “East Exit” en el gran mundo subterráneo que hay bajo las vías del tren:

1) Hay muchos japoneses en Tokyo. Densidad increíble.



2) Tampoco se relacionan entre ellos. No hablan. Estoy segura de que si ven a alguien conocido en el tren, evitan saludarse.

3) No miran por dónde van. Nunca. Ni hacen contacto visual para indicar “ey, te he visto y ESE es mi camino”.

4) Pero nunca se chocan. Creo que al nacer les implantan un chip como los del control de proximidad de los coches, que pita si tienes un coche cerca. Igual. A medio metro de ti les suena un “bipbip” mental y pegan un quiebro para no chocarse contigo que te dejan con el corazón a mil.

5) No son tan organizados como parecen. O no cuadriculados. Caminan sin ningún orden ni concierto. Para ellos no aplica lo de “el camino más corto es el camino recto”. Ni respetan las marcas del suelo para subir/bajar escaleras.

Estacion de Ikebukuro a rebosar
Esto no es hora punta; es siempre así.

En Tokyo habíamos reservado un apartamento con airbnb, "3 minutes from Ikebukuro Station", y efectivamente, está a 3 minutos... a no ser que te pierdas, como nosotros, y te toque poner el gps.

El apartamento es más grande que el de Kyoto, aunque este no tiene mesa de comedor, tazas o platos. Pero sí hay dos vasos. Y un gran frigorífico. Muy limpio, como siempre.


Dejamos las cosas y bajamos rápidamente, porque aquí en Tokyo vive un amigo con quien hemos quedado (y con quien seguiremos quedando los próximos días).

Lo primero que hacemos es dar un paseo por Ikebukuro. De verdad que no puedo explicar la cantidad de gente que hay por la calle. Pero intentad imaginaros quizás toda la gente que hay al salir de un concierto, o de un partido de fútbol, o el día más grande de fiestas de vuestra ciudad. Bueno, pues Tokyo es así constantemente.

Ikebukuro ya nos sorprende con las calles repletas de personas, anuncios, neones y música. Todo son centros comerciales o centros de ocio o tiendas. Japón es consumismo puro y duro, no hay nada gratis y la sensación que me ha dado es la de que si quieres ser uno más, necesitas tener dinero. Si no, no eres nadie allí.

Consumismo en Japon

Yo estoy deseando ir a Shibuya, y les cuesta convencerme de esperar a que anochezca; en cuanto se empieza a poner el sol vamos a la estación a coger la línea Saikyo, que está a dos paradas de Shibuya. También se puede coger la Yamanote, pero me empeño en coger esta porque es un par de minutos más rápida... el resto de días iríamos siempre en la Yamanote.


Lo bueno de ir con "guía turístico" es que nos busca la salida correcta de la estación (que no la habría adivinado yo ni de broma), y cuando salimos nos encontramos con la estampa más típica de Tokyo: el famoso cruce delimitado por esos altos rascacielos cuyas paredes no son más que carteles multicolores.

Times Square será el centro del mundo, pero Shibuya es mucho más espectacular.

Salida de la yamanote en Shibuya

Sin saber cómo, nos convertimos en un grupo más de gente que se queda parada en el medio de la calle sin hacer nada más que ocupar espacio, pero es que no sabemos qué hacer ni dónde mirar. La verdad sea dicha: tampoco hay mucho más que hacer, aparte de acercarnos a ver a Hachiko, subir al Starbucks a hacer un video del cruce (gracias a esa familia española a la que pregunté por dónde subir y me indicaron por dónde colarme :D), y dar una vuelta por las calles de los alrededores, en los que el patrón de gente, luces y sonido se repite continuamente.

Cruce de Shibuya

Yo no dejo de sorprenderme: esto no es lo que he venido a ver a Japón. Esta no es “mi Asia”, de eso me he dado cuenta hace ya unos días, pero aun así me está atrapando lo que veo. Es un bullicio diferente, un caos ordenado del primer mundo, es gente, es ruido, es adaptación… y me gusta.