Jueves, 7 de julio de 2016

A las 7:30 estábamos en el restaurante del hotel, que es básicamente la azotea (pero con redes para que no entren pájaros grandes, porque los pequeños sí que entran). Desayunamos, recogemos y rehacemos la maleta, y a las 9 nos montamos en el coche dirección una tienda donde vimos ayer una máscara que quería. Las tiendas no están abiertas aún, así que camino a Allepey.


Tardamos hora y media de Kochi a Allepey y no hay ni un hueco en todo el trayecto sin una casa, tienda o “algo”. La conducción es divertida, asiática, es como vivir los adelantamientos de la fórmula 1 en directo.


Sí, los patos que lleva están vivos

Nos perdemos, igual que ayer, intentando encontrar el hotel, pero al final llegamos a él. Bella Homestay.

Es una homestay (como su propio nombre indica), es decir, una casa en la que viven los dueños y alquilan habitaciones con baño. Y tienen un perrito majo, pequeño, no pesado. Así que bien. Los zapatos los tenemos que dejar a la entrada, y caminar por la casa descalzos.

Muy pesados los indios. Vamos con el coche y como saben que hay turistas dentro, van persiguiéndonos, y se ponen a nuestra altura hasta que bajamos la ventanilla y les decimos que no queremos nada. Ni botes, ni excursiones, ni hoteles.

Pasamos por la oficina de información de los barcos, en el puerto, donde damos un pequeño paseo y preguntamos el horario del ferry a Kottayam. A las 7:30, 9:30, 11:30 y 13:30. Son dos horas, y pretendíamos hacerlo mañana, pero al final hemos decidido que no. Los canales son grandotes y dos horas son demasiado para ver lo mismo.


Empezamos a hacer la ronda (en coche) de barcos, para alquilar uno. Paramos, abro ventanilla, preguntamos. 2400 rupias dos horas cada persona. ¡Ala, pero si pensábamos pagar 700 por dos personas dos horas! Intentamos regateo pero nada. 

Avanzamos 5 metros, paramos en el siguiente. Bajo ventanilla e intercede nuestro conductor, que no habla muy bien su idioma al ser dialectos diferentes, así que intercala palabras en inglés de la manera más natural del mundo. Nada, sigue siendo caro. Así recorremos 4 o 5 barcos, y de repente vemos una barquita minima, a remo. Paramos y conseguimos 600 por dos horas. Nos subimos y muy, pero que muy lentamente, comenzamos el recorrido.

Al poco de comenzar nos dice que lo mejor son 3 horas, pero son las 12 de la mañana y aún no hemos comido, así que con esa excusa declinamos su oferta.

Un Kettuvalam, antiguo barco arrocero que ahora se usan de hoteles
Alleppey, al menos hoy, parece la Ibiza de India. Vale que es la fiesta del final del Ramadán, pero el lago está lleno de barcos con grupos de personas de lo más variopintos, desde familias con un montón de miembros que saludan emocionados de ver extranjeros, hasta grupos de 20 o 30 amigos con la música a tope como si estuvieran en un yate de despedida de soltero. Que también saludan, pero algo más pesadamente. Y hacen fotos, lo que me parece medianamente justo. Yo también les hago fotos.

El paseo es tranquilo y bonito. Posiblemente tres horas hubiera estado mejor.


En un momento del paseo el barquero para en una casa. De alguien. Amarra la barca (con nosotros dentro) a un árbol y sale hacia la casa a hablar con ellos. Y nos pide 100 rupias por adelantado, entiendo que para pagar algo que acabe de comprar. Bueeeno… aceptamos. Y al reanudar la marcha me cuenta (que me costó un esfuerzo sobrehumano entenderle) que le demos propina porque estas 600 rupias son para su jefe. Acabáramos. ¡Qué mal llevo que me pidan propina!


Se la íbamos a dar, porque el recorrido estuvo bien, pero al acabar y pagarle le dijimos que las propinas no se piden, y que si se la damos es porque se la ha merecido y no porque la pidiera.

Nos fuimos a comer. Primero a un restaurante que dice que es el mejor y más reconocido de Allepey, pero a las 14:30 ya debía ser tarde y no nos daban de comer. Después, a uno que nos recomendó el dueño del hotel y resulta que está de renovación. Sólo quedaba “The Indian Coffee Shop”, un restaurante indio para indios. Menudo local.

Un hombre nos invita a compartir su mesa, porque estaba todo lleno, así que nos sentamos con él. Aunque marcha al poco. Nos traen la carta y preguntamos si el “Chicken fried” pica. El camarero sonríe y dice “yes…”. Ay madre. ”¿Y el arroz biriyani?”. “No”. Vale. “One chicken biriyani, one rice biriyani, two chapatis and one mineral water”. “No chicken”. Bueno, hombre, pues beef. Y eso hemos comido. Por 140 rupias, que no llega ni a dos euros.

Por cierto, que hoy me he enterado de que aquí en el sur comen ternera. Hindús, cristianos (que hay muchísimos y muchísimas iglesias!) y musulmanes.

De ahí hemos venido al hotel, y hemos quedado luego con nuestro conductor a las 17:30 para ir a dar una vuelta por la calle de tiendas.

Internet en el hotel funciona a duras penas en el móvil… en el portátil imposible, y por eso el retraso en las entradas (sorry!).

Ya en esa calle de tiendas, me doy cuenta de que no hay aceras, porque no hay espacio para ellas. En su lugar hay puestecillos, tuktuks, las bocinas de los tuktuks, coches, motos, bicicletas, y sobretodo indios, muchos indios (que sí, es lógico, estamos en India, pero es que parece que estén a la vez todos en la calle).


Creo que en cualquier otro lugar del mundo tienes que moverte para poder encontrar cosas. Aquí puedes pararte en un punto cualquiera y simplemente ver una sucesión de imágenes y sucesos interminables.


Después de nuestro paseo fuimos hacia el hotel. Pero paramos en una tienda a comprar algo. Una máscara y un par de imanes (para la colección). Poco regateo.

Y justo cuando el monzón ha empezado a descargar, llegamos al hotel.