Jueves 17 de agosto de 2017

Nuestro día de hoy no tiene mucha miga monumental, pero sí cultural/anecdótica.

Como me despierto casi más enferma que ayer, no nos movemos del hotel (de la cama) hasta que a las 11:20 viene un taxi a recogernos a la puerta (¡sabía que sí podían acceder!).

El tren llega en poco más de media hora a Taiyuan, donde seguimos los indicadores de "taxi" hasta la parada oficial. Funcionan genial y no hay que regatear (sólo pedir que pongan el taxímetro).

Nos cobran 14 yuanes (2 euros) por llevarnos al aeropuerto de Taiyuan, que está bastante cerca.



Faltan dos horas para poder facturar (así que casi 4 para despegar). Encontramos un par de asientos algo retirados, donde nos preparamos para pasar el rato sin nada que hacer.

No pasas mucho hasta que una mujer china voceona (en serio, ¿por qué hablan tan alto?) se sienta a nuestro lado a comer uvas y mirarnos, bastante descaradamente.

Es una situación algo incómoda, me siento como un animal raro en un zoo. No quiero ser como ella, pero tras un rato ya le devuelvo la mirada, una de estas fijas con cara de "qué pasa".

Para mi sorpresa, la mujer nos sonríe y nos ofrece comer del racimo de uvas. Alucinadas nos quedamos... este viaje me está haciendo aprender muchas cosas. El choque cultural está siendo quizás más brusco que en otros viajes.

China es un país muy desarrollado, con un nivel de vida (en general) bastante alto... es decir, en apariencia, igual que cualquier país europeo. Y sin embargo, tienen formas de ser, de hablar, de mirar... que a nuestros ojos pueden resultar groseras. Cuando para ellos no lo es.

Nos ponemos a comer uvas con ella, en lo que nos habla animadamente en chino. No podemos más que sonreirle, porque no entendemos absolutamente nada.

Tras un rato, esa familia se marcha y llega otra aún más voceona, pero que también me sorprenden al quedarme yo sola y ver que la mujer, con dos bufidos, echa a la gente que ve la silla de al lado vacía y vienen a ocuparla.

Ademas de haberme quedado dormida tras comer hoy, me quedo dormida una hora más en el avión. Si es que no puedo con el alma…

Nos han dado asientos en la misma fila, pero cada una a un lado del pasillo. Al despertar resulta que mi compi mediante gestos ha entablado amistad con el chiquillo que se sienta a su lado, de unos 20 años, que es de Guiyang y habla algo de inglés. Me toca hacer de intérprete y traductora, escribiéndonos en un cuaderno (no vamos a ponernos a gritar de lado a lado del avión).

Total, que el chiquillo parece que está emocionado con enseñarnos su ciudad, y creemos que, de paso, practicar inglés.

Le doy mi wechat y quedamos en escribirnos mañana para quedar por la mañana.

Al aterrizar, seguimos de nuevo los indicadores de taxi. No tengo muy claro qué me dice el taxista, a quien no veo con muchas ganas de poner el taxímetro. Nos ponemos serias y le señalamos al taxímetro. O lo pone, o cogemos otro taxi. A regañadientes accede... nos cuesta 35 yuanes el recorrido.

Datos prácticos

Taxi hotel Pingyao - Estación de trenes de alta velocidad: nos lo pidió la dueña del hotel, por 40 yuanes. Claramente merece la pena.

Hotel Guiyang: JinJiang Inn Guiyang Wenchang Pavillion. Nos cuestan las dos noches 626 RMB. El hotel es de la misma cadena que el de Shanghai de la primera noche. Normalito pero limpio. Sin desayuno (ninguno tiene desayuno), pero está bien.

Ojo porque el hotel está en un edificio en el que hay varios hoteles, y si además llegáis de noche como nosotras, hay un mercado en la puerta que dificulta bastante el poder localizarlo. De hecho dimos unas cuantas vueltas.

De nuevo la ubicación de google maps nos volvió a fallar... y el maps.me también. Ahora mismo sí viene bien ubicado.

Por cierto que la localización es muy buena para lo poco que hay que hacer en Guiyang.





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