Lunes, 10 de Agosto de 2015: Por los alrededores de Siem Reap.

Hoy tenemos un recorrido un poco más largo. Hemos tardado casi una hora y media en llegar a Beng Mealea, un templo que se encuentra bastante derruido y rodeado por la naturaleza y por los chinos.

La de chinos que había! Parece ser que para ellos es un templo muy importante, o así se lo promocionan en su país, y van todos.

El camino es precioso por cierto: arrozales y campo.


Hay que pagar una entrada aparte para entrar en este templo. 5$ por persona. El ticket se compra en unas taquillas que hay 5 minutos antes, donde también hay unos baños enormes (quizás 40, en la zona de chicas… será para cuando paran los autobuses de chinos, no sé).


Para visitar el templo han construido unas pasarelas de madera por las que caminar y desde las que se puede ver bien todo.


Un consejo: cuando lleguéis a un punto en el que la pasarela se divide en dos: el lado izquierdo sigue al mismo nivel y el derecho sube unas escaleras, tomad el izquierdo.

Llegaréis a un mirador desde el cual haréis una foto y volveréis por el mismo camino para después subir por las escaleras que antes quedaban a mano derecha.


El templo está dedicado a Vishnu y data del siglo XII. Construido por Suyavarman II, el mismo que mandó construir Angkor Wat.

Por cierto, que el templo está lleno de vigilantes que controlan que los turistas no nos subamos a lugares peligrosos, piedras apiladas, y demás. Vi a más de uno echándoles la bronca (lo cual me parece bien).

Al acabar, tras casi hora y media de visita, nos fuimos en el tuktuk hasta el cruce de la carretera general con el camino a Kampong Phluk, donde hay un restaurante en el que comimos.


Me gustó mucho el sitio, y además tienen una zona de hamacas que sientan genial después de comer.

La carretera a Kampong Phluk es movidita. Hay bastantes baches, pero el camino es bonito.

Al llegar al punto de compra de tickets (20$ por persona, precio que nos había avisado Synat antes de ir) nos dicen que la carretera que lleva al embarcadero está intransitable para un tuktuk, así que tenemos que pagar 7$ (en total) para que una pequeña barca nos lleve hasta allí.

Accedemos, total, qué le vamos a hacer… sí que había dos zonas en las que la carretera estaba cubierta de agua, pero las motos, bicis y vacas pasaban por allí…


Llegamos al embarcadero y cambiamos de barca a un barco, con unos 10-12 asientos, techo y todo. El capitán del barco era un chaval de unos 16 años que pilotaba, o conducía, descalzo, y llevaba a su lado un grumete de unos 10 o 12 años cuya función, además de amarrar el barco, no me quedó muy clara.

Y comenzamos el paseo por el pueblo flotante.


Al poco nos paran en un monasterio. Debíamos haber dejado allí unas camisetas que llevábamos para donar, pero no vimos ningún monje. Seguimos a un grupito de guiris que iban con guía, y entraron en el colegio que está justo enfrente del monasterio, previo acoso de las mujeres vendiéndote lápices y cuadernos para que repartieras en ese mismo colegio… sonaba un poco a timo. Intentamos buscar a un profesor o alguien para dar las camisetas pero no había nadie.

Caminamos por el pueblo flotante, porque aún no había tanta agua como para poderse denominar “flotante”, y al poco encontramos un cartel de una escuela en la que enseñaban inglés, un profesor con 12 niños sentados en unas mesas puestas en la misma tierra. Saludamos, explicamos lo de las camisetas, el profesor nos dio las gracias, y allí le dejamos repartiéndolas.


Volvimos al barco, y navegamos un poco más entre las casas. La siguiente parada fue un punto de cambio de barca.


Si querías adentrarte en el manglar con una barca más pequeña, guiada por una mujer, tenías que pagar 5$ por persona que iban dedicados a la comunidad de mujeres del pueblo, o algo así me explicaron.


Hicimos cuentas: 20$ del barco, más 5 de esta barca, más 3’5 de la otra barca para llegar al embarcadero… casi 30$ por persona para una hora y media en total de visita? Menudo negocio!

Dijimos que no. Volvimos al barco y nada más montar nos paran en el restaurante flotante de al lado. Ni bajamos siquiera.

Navegamos entonces hasta el lago Tonle, donde apagaron los motores unos minutos y quedamos a merced del vaivén del lago. Muy inspirador y bonito, pero no tener ruido nos sirvió para comentar el negocio que estaban haciendo a base de guiris como nosotros, y nos enfadamos por ser tan pardillos.


Al poco volvimos en barco hasta el embarcadero, donde el pequeño grumete nos pidió una propina. No sé si fue por no hacerle caso o por salir tan rápido de allí, pero ni nos acompañaron a la barca para volver al tuktuk. Suerte que el barquero llevaba un sombrero de paja con una cinta y un lazo de color rosa chillón, y le pudimos localizar fácilmente…


Yo os recomendaría que no vinierais a hacer el paseo en barca, a no ser que tengáis muchas ganas o sea el primer pueblo flotante que veis. 

Quizás cuando el agua esté más alta (en dos o tres semanas, que los barcos salen desde donde se compran los tickets y no desde el embarcadero a 15 minutos de los tickets) el pueblo merezca un poco más la pena

Probad con Kompong Khleang… está más lejos pero quizás esté mejor que este. Chong Kneas descartadlo totalmente.

Nos vamos en tuktuk al grupo Roluos, 3 templos del siglo IX, los primeros en construirse, y que fueron la primera capital el reino Khmer.

El primero es Preah Ko. Llueve y no hay nadie más. Es pequeñito, en 15 minutos se ve.


Luego vamos a Bakong, una pirámide con escaleras, de los llamados templo-montaña.


Al lado hay un monasterio con unos monjes rezando. Cómo me gustan los monasterios y los templos.


El templo me recordó un poco a Borobudur, y buscando luego en internet he leído que hay indicios de que Borobudur fuera cogido como modelo para construir Bakong.

De camino al hotel, pillamos un atasco monumental. Uno de los carriles de una amplia avenida estaba de obras, así que en el otro carril circulaban motos, tuktuks, bicis, coches, los puestecillos de comida de los arcenes y cruzaban personas. Esto en ambos sentidos, claro está. Unos 6 carriles donde en España cabrían dos…


Nos pregunta Synat si queremos ir a ver murciélagos. Claro que sí!

Resulta que el jardín del Palacio Real está abierto al público cuando no está el rey (o sea, casi siempre), y los arboles sirven de cobijo para miles de murciélagos que, al anochecer, salen volando para ir a por comida (fruta, que es lo que comen).


Una pasada.

Además, justo en ese parque hay un templo budista muy importante, al que es casi obligado venir a orar. Se llama Preah Angchorm.


De allí venimos al hotel después de 11 horas. Me ha gustado mucho el día.